viernes, 21 de enero de 2011

Verano del 79

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Un día cualquiera de verano, del 79. Era jueves, a eso de las ocho y pico de la tarde.
Subí a la azotea a contemplar el atardecer con una bolsa de pipas. Mientras echaba mano a las pipas para comérmelas, algo observe atónito, algo extraordinario: el sol ocultándose detrás de los edificios de la ciudad. Los rayos deslumbrantes del sol me dejaban casi sin poder ver bien, pero poniéndome la mano en la cara, pude verlos.

Cuando observaba la escena del aterecer, pensé en todos los momentos que pasamos juntos. En esos momentos que reímos, que lloramos, que hicimos cosas. Acordándome de esos días estabas para apoyarme, los días que estabas para abrazarme y levantarme el animo cuándo estaba triste, los días que estabas para regañare y darme consejo cuando hacía las cosas mal. De eso aprendí, y mucho, lecciones para mi vida. En cuanto me di cuenta, mire el reloj y ya habían pasado como eso de 30 minutos. Me termine de comer las pipas y me dirija a la puerta del edificio.

Por eso desde ese mismo día, agradezco tener una buena amistad como la tuya. Espero que nunca se acabe y que sigamos compartiendo las cosas que realmente merecen la pena por las cuales luchar en la vida.

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